Ingresó el día anterior. Le acompañaron dos muchachos y una mujer de unos 42 años más o menos. Los muchachos eran muy jóvenes, uno aparentaba 18 años y el otro apenas los 15. Eran su familia. El estado del hombre parecía grave, con mascarilla puesta permanentemente. Todo el cuadro estaba situado enfrente y podía divisar parte del escenario al estar la puerta del habitáculo semiabierta.
Quiero centrarme en esta persona durante todo mi relato. En el enfermo y su familia. Quizás no me sea fácil de conseguir, porque todo transcurrió en diversos momentos y no siempre estuve atento a lo que sucedía frente a mí. Además influía mi estado físico y psíquico en esos momentos y mi deseo de desconectar, tratar de evadirme mentalmente de donde estaba.
Pero las últimas horas fueron demasiado intensas. Recuerdo ver salir a uno de los muchachos, el menor, llorando. Recuerdo a una señora mayor abatida al salir de la visita, llorosa y despistada buscando la salida. Recuerdo a la mujer de aquel hombre tratando de contener las lágrimas.
Recuerdo la visita de mi pareja aquella tarde y su comentario sobre una familia. La familia de ese hombre, que durante la hora de la comida en la cafetería del hospital habían hablado con ella....pero no recuerdo el motivo. Recuerdo que habían vuelto a charlar durante la espera de visita a la UCI. Recuerdo que la mujer le había contado, entre lágrimas, que su marido, médico, estaba en fase terminal debido a un cáncer de páncreas y que era consciente de ello desde el comienzo de la enfermedad. Recuerdo que desde ese momento presté más atención a la zona situada frente a mi cama.
El trajín era incesante durante aquella tarde. Se trataba de tenerle lo más sedado posible para evitar los dolores. La metástasis era total.
Me sorprendió que le mantuviesen en la UCI cuando el proceso era irreversible. El sufrimiento de la familia era patente y no podían quedarse junto al enfermo pasado el tiempo de visita. La mujer entró en varias ocasiones autorizada por el personal médico, pero fueron visitas breves de las cuales salía llorando. Totalmente desconsolada.
Recuerdo mi última noche en la UCI como algo fuera de la normalidad total, surrealista y triste a la vez. Chocante y frío, ajeno y cercano. Espectador de algo que no debería haber visto, por la inoperancia e incompetencia de un personal sanitario que, aquella tarde-noche, no estuvo a la altura profesional requerida.
Las visitas fueron saliendo después de la cena de los enfermos. Es la última vez que vi a los hijos de aquel hombre. Dejaron la puerta de su habitáculo abierta y ante mi apareció la cama ligeramente alzada, lo que me permitía ver la cabeza y el torso. La cara cubierta con una mascarilla y un tubo cuyo final no acertaba a ver. El hombre respiraba profundamente. El personal sanitario entraba de vez en cuando para comprobar el estado de aquel hombre. Al verle tranquilo dejaron de entrar, pero no fueron capaces de cerrar la puerta o poner delante uno de los biombos que usaban para reservar la intimidad de algunos enfermos.
Serían las 10 de la noche cuando me ofrecieron algo para dormir. Me negué a tomar ningún sedante ni pastilla. En mi interior algo me decía que iba a ser testigo de una experiencia. Me puse los auriculares y conecté la radio. Quizás consiguiera dormir así...escuchando música de una de mis emisoras favoritas, Radio 3.... la música era entretenida y los comentarios también.
El hombre seguía con su respiración profunda y totalmente solo. Recuerdo Radio 3 y su programa de música funky de los 70 y 80. El sueño no acudía y mi cabeza daba vueltas pensando en la soledad de aquel hombre y en el malestar de su familia que rogaban a los médicos subirle a la habitación.
La música se hizo un poco machacona al final del programa, pero aguanté porque necesitaba desconectar de mi estado mental. Dejaron entrar a la mujer durante unos minutos. El personal sanitario no tenía argumentos para negar la entrada a la esposa de aquel hombre. Ellos eran sabedores de que le quedaban pocas horas de vida.
La mujer se arrodillo junto a un lateral de la cama y agarró la mano derecha de su marido. Lloraba en silencio mientras besaba la mano del hombre. La radio cambió de programa y comencé a escuchar una canción de Fito & Fitipaldis. La letra me impresionó por el contraste y la similitud entre lo que mis ojos veían y lo que escuchaba a través de los auriculares:
De la cabeza me arrancaron cables
“pa” meterme las cosas que antes no me cabían
Y se me acercan las paredes
Y se me aleja la salida
Y poco a poco se hace de repente y me tropiezo con los días
Estaba siendo testigo de un proyecto de vida entre dos seres que se rompía en mil pedazos. En la mente de aquella mujer las paredes se estrechaban tratando de comprender aquello que era inevitable. La salida era imposible. El tiempo escaso, mientras sollozaba y besaba aquella mano de un hombre totalmente sedado que había sido el amor de su vida. De un hombre entregado a los demás cuando ejercía la medicina.
Sobra la luz cuando en la piel nunca se siente el día
Dime que tú, tú si me ves
Como venganza de la buena suerte
o recompensa de la mala vida.
Comenzó a invadirme una enorme tristeza y sentimiento de culpabilidad por invadir aquella intimidad entre dos seres que se despedían, quedando sólo el recuerdo para uno de ellos. Ella hablándole muy bajo y sin cesar de besar su mano, la canción terminando y mi mente relacionando parte de la letra con lo que estaba mirando.
La mujer, ajena de que era observada gracias a la poca iluminación de mi zona, lloraba y hacía gestos y movimientos con la cabeza mientras hablaba con el hombre agonizante. Quizás en esos momentos la vida compartida, los problemas asumidos, los sueños realizados y los pendientes pasaban por su mente encajonada en el sentimiento de pérdida, que se aproximaba por momentos. Sentimiento donde sobraba la luz que se agotaba.
Una partida que jugué tan fuerte
que ahora es la vida la que está partida
Una pared siempre que quiero verte
La mujer se incorporó y salió deprisa de la UCI.
El personal sanitario no le prestó ninguna atención.
La música sonaba en mi cabeza mientras el hombre comenzó a levantar el brazo derecho y lo mantuvo doblado a media altura, sin moverlo.Después levantó la mano izquierda y comenzó a mover el brazo lentamente, tratando de hacer gestos, como si estuviese hablando con alguien. En otros momentos los gestos eran de llamada, queriendo atraer hacia él algo o alguien..... todo ello de forma pausada, muy lenta y respirando con profundidad.
Sentí ganas de llorar al ver a ese hombre morir solo, sin ningún tipo de atención. Pensé que era una reacción de la propia sedación producida por la morfina u otros medicamentos.
Esa situación duró mucho tiempo y mis ojos no se apartaron de él. Eran la una de la madrugada. Comenzó un nuevo programa de música de los 50 y 60 cuyo locutor, Juan de Pablos, lo hace muy agradable e incluso el título lo es: Flor de Pasión.La música me gustaba. Pero mi mente estaba doblada, como en una especie de esquizofrenia, intentando atender a las palabras y comentarios del locutor y no perdiendo detalle de los movimientos lentos y pausados del moribundo.
De repente hizo un gesto más brusco con el brazo izquierdo intentando quitarse la mascarilla y el tubo. Se ayudo con el brazo derecho y casi lo consigue. Hice una señal a una de las enfermeras chasqueando los dedos y señalando hacia el habitáculo de aquel hombre. Se acercaron e impidieron que se quitase el tubo y la mascarilla. Reaccionaron de forma extraña mirándome y comentando entre ellas. Imaginé que le atarían los brazos para impedir nuevos intentos.
Curiosamente en esos momentos se les pasó por la mente poner un biombo delante para evitar que pudiese ver nada.
Recuerdo que me quedé adormilado y sobre las dos de la madrugada comencé a sentir conversaciones y ruidos poco normales a esa hora.
Me desperté y comprobé que había más personal sanitario de lo habitual. Incluso el médico de guardia de la UCI estaba presente. Sacaron al hombre en la cama con ruedas, sin mascarilla. Pensé que había fallecido y recordé sus últimos movimientos, de los que fui testigo.
Pensando en todo aquello sentí un fuerte rencor por el trato que recibió al dejarle morir solo. Por el dolor e impotencia de aquella familia.
Amaneció. Cambio de turno del personal sanitario. Nuevo médico de guardia, por cierto bastante amable y dialogante. Se acerca a mi cama y se interesa por mi estado. Le digo que me saquen de allí y me suban a planta, estoy al borde de agarrar una depresión de caballo. Me sonríe y comprende mi situación, ya son demasiados días allí y demasiadas cosas vistas.
Me arreglan y asean, pero no me levantan de la cama. Dejan pasar a mi pareja y su cara cansada pero alegre es indicativa de que me sacan de la UCI.
Le comento a mi pareja el fallecimiento de aquel hombre. Ella me mira y sonriendo me dice que salió todavía vivo de la UCI. No comprendo nada.... ella me explica que la mujer de aquel hombre consiguió que le subieran a planta y falleció sobre las cinco de la madrugada, acompañado de sus familiares y amigos que se desplazaron hasta el hospital.
Mi pareja estuvo con la familia toda la noche. La mujer del fallecido y ella habían hablado mucho durante todo el día y estuvo acompañando a la pobre mujer y a los hijos. En realidad se formó una gran amistad entre las dos y casi todas las semanas se llaman para charlar un rato y comentar como llevan el “trago” ella y sus hijos, tratando de rehacer sus vidas.
El recuerdo de aquel hombre es muy fuerte en mucha gente de su entorno, por su gran profesionalidad y entrega a los demás. Era una persona querida. Y el recuerdo que les quedó de él es bonito, incluyendo un par de libros escritos donde narra sus experiencias médicas.
Después de escuchar el relato de mi pareja, yo le conté el mío. Sentí alivio ante la noticia de que ese buen hombre no murió solo.
Me dejo mucho en el tintero, pero quiero acabar con esta historia.
Conocí personas con una entrega impresionante en su trabajo. Esos son los válidos, los auténticos.
Tuve la compañía y ayuda de mi pareja, alguien fundamental y especial como ser humano, con una calidad impresionante y una capacidad de entrega y ayuda a los demás que en pocas personas he podido comprobar.